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La vida que huye

Cuando a Fulgencio Martínez se les escapaba la vida por los riachuelos de sangre que manaban de la herida de su costado, no pensó en el desgraciado que le había acertado a traición, ni en su única hija, ni en ninguno de sus numerosos y breves amores.
En ese preciso instante en nada pensó que no fuera en el vaso de leche caliente y las tostadas con aceite que su madre le preparaba de pequeño. Y su muerte, en medio de la violencia de una tasca insalubre, fue entonces cálida y plácida como sólo lo son las tardes de domingo.

Comentarios

David Uclés ha dicho que…
El coronel Aureliano Buendía recordó la primera vez que vio el hielo delante del pelotón de fusilamiento.
jlucles ha dicho que…
Creo que no recuerdo ninguna novela que empiece tan bien. Pero mira: ya que estamos de aniversario… :D

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