Vaya mierda de noche que he pasado. Podría haber contado las vueltas que han dado las aspas del ventilador del techo a poco que me hubiera esforzado. Eso si no hubiera pasado las horas repasando los números una y otra vez. En los costes no me he equivocado, estoy seguro. Serán más o menos los que he calculado. Pero el problema son los ingresos, los putos ingresos. Vete tú a saber si mis estimaciones son realmente objetivas o solo son el reflejo de mis deseos, como tantas veces les he dicho a los clientes en el banco.
Tal vez tendría que haberme quedado donde estaba, de ocho a tres, con mi mes de vacaciones pagadas y un horizonte profesional razonablemente estable de aquí a la jubilación. Es lo que les hubiera gustado a mis padres.
Y a mis hijos.
Dicen que estoy loco, que ya no soy un niño, que debería estar pensando en la jubilación y no en aventuras empresariales disparatadas. Qué cómo se me ocurre a mis 58 años. Lola incluso me acusa de no querer dedicarle tiempo a la nieta que está por llegar. Dice que soy un egoísta. Lo mismo tiene razón. Igual todo esto es una locura. Tal vez debería abandonar el proyecto y pedir la readmisión.
Pero esta mierda de noche también me ha hecho sentirme vivo, infinitamente más vivo que en ningún otro momento de los últimos años. En el banco me habían aparcado en un cementerio de elefantes al que llaman staff, pero que es un nombre guay para un sitio en el que esperar la prejubilación. Cada día era una losa más de aburrimiento que me aplastaba más y más. Así que antes de terminar de marchitarme debía intentarlo. Es la última oportunidad, porque ya no tengo mucho más margen. Y el proyecto es bueno, es jodidamente bueno. Ahí están destilados mis 35 años de experiencia profesional y mis sueños, los de 58 años…
Dicen que estoy loco, que ya no soy un niño, que debería estar pensando en la jubilación y no en aventuras empresariales disparatadas. Qué cómo se me ocurre a mis 58 años. Lola incluso me acusa de no querer dedicarle tiempo a la nieta que está por llegar. Dice que soy un egoísta. Lo mismo tiene razón. Igual todo esto es una locura. Tal vez debería abandonar el proyecto y pedir la readmisión.
Pero esta mierda de noche también me ha hecho sentirme vivo, infinitamente más vivo que en ningún otro momento de los últimos años. En el banco me habían aparcado en un cementerio de elefantes al que llaman staff, pero que es un nombre guay para un sitio en el que esperar la prejubilación. Cada día era una losa más de aburrimiento que me aplastaba más y más. Así que antes de terminar de marchitarme debía intentarlo. Es la última oportunidad, porque ya no tengo mucho más margen. Y el proyecto es bueno, es jodidamente bueno. Ahí están destilados mis 35 años de experiencia profesional y mis sueños, los de 58 años…
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