En la espesura de la selva amazónica, en una indeterminada región de la frontera de Brasil, una pequeña tribu sobrevive a la presión de los mercenarios de la industria maderera y el empuje suicida de la moderna economía depredadora.
Posiblemente su población no supere los 60 individuos y dada la escasa natalidad es muy improbable que en el próximo siglo quede en pie alguno de ellos. Son los vestigios de otros tiempos, en los que el mundo estaba poblado por pueblos orgullosos y las tradiciones se trasladaban de generación en generación en una lengua que hoy suena tan apagada como su propia gente.
Una de esas historias, quizás la más antigua de todas ellas, habla del principio de los tiempos. Y de como su dios forjó el corazón del primer hombre con el alma incandescente de una estrella.
Ahora, esa estrella primera lucha por mantenerse viva entre las sombras, asomándose a los cansados ojos del último de los jefes de la tribu.
Posiblemente su población no supere los 60 individuos y dada la escasa natalidad es muy improbable que en el próximo siglo quede en pie alguno de ellos. Son los vestigios de otros tiempos, en los que el mundo estaba poblado por pueblos orgullosos y las tradiciones se trasladaban de generación en generación en una lengua que hoy suena tan apagada como su propia gente.
Una de esas historias, quizás la más antigua de todas ellas, habla del principio de los tiempos. Y de como su dios forjó el corazón del primer hombre con el alma incandescente de una estrella.
Ahora, esa estrella primera lucha por mantenerse viva entre las sombras, asomándose a los cansados ojos del último de los jefes de la tribu.
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