Hace dos semanas la muerte se coló en mi habitación. Aún no había logrado dormirme y la noté cercana, acompañada de un sordo dolor en el lado izquierdo del pecho. Se acercó a mi y me susurró al oído, rozándome con sus labios helados: "hoy vengo a por ella, pero dentro de poco nos conoceremos por fin".
El miedo, o el súbito calor, me hicieron sudar las plantas de los pies y el sueño, definitivamente, me abandonó para siempre.
El miedo, o el súbito calor, me hicieron sudar las plantas de los pies y el sueño, definitivamente, me abandonó para siempre.
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