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Mostrando entradas de mayo, 2019

Pareado de muerte

A veces los muertos no terminan de morir del todo, se quedan atorados entre los recuerdos de los vivos, o se agazapan detrás de algún objeto que, con solo mirarlo, los trae ante nuestros ojos casi como si estuvieran ahí mismo. Hay muertos que, incluso, dejan su impronta en una casa, un hotel o un teatro y los vivos los escuchan reír, discutir con otros muertos o recomendar el número que ganará el gordo de Navidad. Mi abuela es uno de esos muertos. Aunque ella, original como nadie, ha preferido enredarse en mi lengua, esperando el momento oportuno para sorprenderme con un ripio vergonzoso. Alguien dice “los precios cayeron un 20 por ciento” y ella añade “y no sabe usted cuánto lo siento”. Y lo peor es que no puedo explicar que no soy yo, sino mi abuela haciendo pareados. Porque más vale parecer idiota que loco. “Y yo diría que no poco”...

El niño y el recuerdo

El recuerdo botaba en el umbral del patio. El niño se acercó a él con decisión y de una patada lo embarcó en el terrado. Allí quedó olvidado por veintitrés años, hasta que un viento de Levante especialmente intenso lo volvió a traer al suelo. Y el niño, ya hombre, sintió de golpe una laceración en el alma. Quiso volver a olvidar, pero fue imposible porque ninguna patada lograba ya que aquel recuerdo abandonase el patio de su memoria.