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Mostrando entradas de marzo, 2008

Sin pecado concebida (II)

– Ave María Purísima. – Sin pecado concebida. – Padre Damián, Dios sabe que lo he intentado, pero la imagen me persigue y me azora. No soy capaz de borrarla de mi mente. – Esto y lo hemos hablado, ¿ha pedido usted ser relevado de esta función? – Si, pero el obispado no me hace caso. Claro que yo no he dicho la razón. Me da mucha vergüenza... – Pero hijo, es que se expone usted adrede... – No sabe usted lo que es escucharla. Oir los detalles de su relación. Entonces me las imagino, jutas, desnudas. No lo puedo controlar. No sabe usted lo que es eso.... – Sí que lo se hijo, sí que lo sé.

Sin pecado concebida

– Ave María Purísima. – Sin pecado concebida. Dime hija, ¿de qué te confiesas? – De lo de siempre, padre: lujuria. – Pero hija, ¿otra vez? – Es que no lo puedo evitar, el hábito me pone. Y yo... Intento retenerme, pero finalmente mi mente se rebela contra el deseo de acallar mis ansias. Y... – Me pones en una situación muy complicada. No puedo negarte que yo mismo he tenido... tentaciones. Pero siempre antepongo mi amor a Dios. – Padre, es que le quiero tanto... – Ya te he dicho que no puede ser. Además de ser mujeres, las dos sois religiosas. Reza cien Ave Marías y ten a mano siempre algo de hielo.

El coleccionista de cuentos

Un 14 de marzo comenzó su locura. Quería poseer la mayor colección de cuentos jamás escrita por un mismo autor. Se puso el límite diario de quince líneas y se atrevió a soñar con tenerlas en la mayor biblioteca de la historia a disposición de cualquier lector que quisiera poner sus ojos sobre ellos. Algunos le quisieron hacer ver lo imposible de tal empeño, otros le señalaron la incapacidad de cualquiera para siquiera pensar en escribir cada día un relato distinto, por corto que fuera. Pasó un año completo y su sueño no había llegado a desarrollarse por completo, incluso su objetivo de escritura diaria no había sido alcanzado, pero su necesidad de escribir, de narrar historias para quien quisiera leerlas le condujo a seguir en su empeño: lograr la mayor colección de relatos de la historia...

Jirones de roca

El mar rompe una y otra vez contra las rocas del acantilado, arrancándose jirones de espuma en cada acometida. La piedra, altiva, hace frente a las acometidas que se repiten una tras otra, desde siempre; y que seguirán produciéndose hasta siempre, en un proceso eterno. Pero la roca, poco a poco, va siendo vencida por el agua, que a veces suave y acariciante, a veces enérgica y salvaje, hiere su alma pétrea. Y mientras la roca se desmorona paulatinamente, sus lágrimas de arena aspiran a ser mecidas por las mismas olas que las han creado.

La grulla de Akashi

"Su maldición era, a sus ojos, peor que la inmortalidad. Por algún pecado ominoso para los dioses que no recordaba haber cometido tenía clara conciencia y recuerdo de cada una de sus vidas pasadas. Así, aquella marisma que ahora atravesaba a caballo la había recorrido siendo grulla quinientos años atrás. "Sus reencarnaciones le habían llevado al cuerpo de un cultivador de arroz, había sido un perro abandonado en las calles de Edo, había volado con las alas de la grulla, había muerto en alguna de las guerras feudales y había recibido los ardorosos versos del príncipe resplandeciente siendo una dama de la corte imperial. "En 1944 estaba ya cansado de recordar. Así que optó por acortar su vida, pensando que a lo mejor su siguiente reencarnación sería en forma de animal forma bajo la cual los recuerdos eran mucho menos dolorosos. Por eso, cuando se dejó caer gritando banzai conrtra el acrazado americano estaba, realmente, liberándose." – Promete la idea Hinata, pero me