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Mostrando entradas de diciembre, 2014

Autismo voluntario

Cerró los oídos, los ojos, la boca, todos sus sentidos. Pero aún así seguía percibiendo su presencia, turbando su silencio sensorial, rompiendo la paz que tanto anhelaba. En medio de aquella nada irreal y asfixiante encontró un pensamiento rebelde. ¿Y si en lugar de encerrarse al mundo no le abría todas las puertas? Tal vez el ruido de la vida, el olor de la ciudad y el sabor de la gente le permitieran desprenderse de aquella presencia residual.

El humo del negociador

Le daba rabia reconocerlo, pero aún añoraba el humo protector del tabaco. Sobre todo cuando tenía que negociar: le faltaba algo con lo que entretener los dedos y alargar las pausas. No era la nicotina, sino lo que el cigarrillo tenía de liturgia en los momentos clave, la carga dramática que el humo incorporaba a cada decisión. Ahora no había más que un centro de mesa entre ellos y los otros, apenas 1 metro y varios millones. Ahora ya no podía dar una intensa calada, expulsar el aires y decir desde detrás de la nube, sin delatar una sonrisa, "pensaremos en  su oferta".

Una última toma

Primera escena: un primer plano de su rostro, con la tensión reflejada en el maxilar. Abre plano y se ve cómo el coche que pilota va ganando velocidad. La cámara avanza unos segundos con el coche y luego pasa a enfocarlo por detrás. Su mente de director imagina el final de una película. Cambio de plano: el coche va ahora hacia la cámara. Entre ellos un quitamiedos y un precipicio. El enfoque se olvida del coche y nos muestra las piedras puntiagudas del fondo. Plano lateral: el coche atraviesa el quitamiedos a cámara lenta. Zoom sobre la cara de nuevo. Ahora ya no hay tensión, pero se ve claramente el abultamiento en la cabeza: el espectador debe entender el desenlace. Se abre plano y el coche cae a velocidad normal sobre las rocas. No hay explosión, esto es la realidad. Fundido a negro.