Se tapó los ojos con el pañuelo negro de Juan. La luz desapareció de su vista y se llevó las imágenes conocidas de los muebles. La oscuridad era ahora todo su horizonte. Quiso recordar exactamente dónde estaba cada silla, cada mesa, cada posible obstáculo antes de comenzar la prueba.
Se levantó y empezó a caminar, despacio, con las manos buscando referencias hacia delante. Se notaba torpe, sin la seguridad ni la exactitud que te proporcionan los cálculos invisibles que tejen nuestras neuronas antes de dar cada paso. El sillón resultó estar más lejos de lo esperado y, desde él, llegar a la puerta fue una auténtica travesía que terminó en el reposabrazos del sofá. A un metro del objetivo.
Se dejó caer en el asiento y se quitó la venda. La luz volvió a dibujar los objetos y su respiración se tranquilizó.
Ahora sabía lo que se arriesgaba a perder si la enfermedad seguía avanzando.
Se levantó y empezó a caminar, despacio, con las manos buscando referencias hacia delante. Se notaba torpe, sin la seguridad ni la exactitud que te proporcionan los cálculos invisibles que tejen nuestras neuronas antes de dar cada paso. El sillón resultó estar más lejos de lo esperado y, desde él, llegar a la puerta fue una auténtica travesía que terminó en el reposabrazos del sofá. A un metro del objetivo.
Se dejó caer en el asiento y se quitó la venda. La luz volvió a dibujar los objetos y su respiración se tranquilizó.
Ahora sabía lo que se arriesgaba a perder si la enfermedad seguía avanzando.
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