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La serpiente y la tortuga

Érase una vez una tortuga tan despierta que podían contarse con las pezuñas de una pata las veces que se había ocultado en su caparazón.
Así que un día decidió que quería ver mundo. Papá y mamá tortuga estaban orgullos porque por primera vez uno de los suyos conocería lo que ellos nunca pudieron.
Tras varios días de caminata, en un cruce del frondoso bosque, la despierta tortuga se encuentra con una serpiente que se ofrece a acompañarla hasta el País de las Hadas, el más maravilloso lugar del mundo mundial. La despierta tortuga no se fía, porque sabe que las serpientes se meriendan cualquier tipo de especie. Ante este comentario, la serpiente con ojos acuosos le dice:
-Eso son las otras serpientes. Yo he sido expulsada del País Serpientil porque aspiro a ser encantadora y respetuosa con todos los seres vivos. Soy una deshonra para los míos.
La despierta tortuga, conmovida, acepta.
-Marcha tú delante, tortuguita, así yo te guardaré de posibles peligros que te acechen.
Justo habían andado tres pasos, cuando la serpiente, casi sin dudar, de un bocado se tragó la despierta tortuga que no sufrió porque ni siquiera tuvo tiempo de advertir el triste final a sus ansias de aventura.
La serpiente, cuya tripa había adoptado la forma de la tortuga al no haberla aún digerido, dio media vuelta y puso rumbo al País Serpientil. Sus intentos de cambiar la historia serpientil acababan de fracasar.

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