Sus caderas se movían con el ritmo hipnótico de la música. Una cadencia rítmica de timbales salpicada de acordes de trompeta lejana. Y una voz.
Nunca antes había estado más cerca de realizar un viaje astral. Durante unos instantes ínfimos sintió como su cuerpo no le pertenecía, ensimismado en los febriles movimientos de la mulata y la voz profunda, rotunda, que acariciaba sus neuronas.
Nunca antes había estado más cerca de realizar un viaje astral. Durante unos instantes ínfimos sintió como su cuerpo no le pertenecía, ensimismado en los febriles movimientos de la mulata y la voz profunda, rotunda, que acariciaba sus neuronas.
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