Una manta compasiva vino a calmar el intenso frío que sentía en aquel momento. Aterido, sin apenas fuerzas para sostenerse en pié, abiertos los ojos hasta lo imposible, veía como aquellos hombres y mujeres se movían con rapidez entre ellos, ofreciéndoles bebidas y las mantas salvadoras.
Había dejado por el camino todos sus ahorros, a sus padres y hasta a un amigo que fue incapaz de aguantar el viaje. Tuvo que proteger su cadáver de la rapiña de los demás y logró echarlo por la borda antes de que lo despojaran de sus ropas.
Poco a poco su cuerpo iba entrando en calor, lo que le permitió concentrarse un poco en su situación: solo, con apenas un hatillo de ropa, un descolorido número de teléfono en el pantalón y con el tren de sus sueños a punto de descarrilar entre las manos de aquellos hombres vestidos de verde.
Había dejado por el camino todos sus ahorros, a sus padres y hasta a un amigo que fue incapaz de aguantar el viaje. Tuvo que proteger su cadáver de la rapiña de los demás y logró echarlo por la borda antes de que lo despojaran de sus ropas.
Poco a poco su cuerpo iba entrando en calor, lo que le permitió concentrarse un poco en su situación: solo, con apenas un hatillo de ropa, un descolorido número de teléfono en el pantalón y con el tren de sus sueños a punto de descarrilar entre las manos de aquellos hombres vestidos de verde.
Comentarios
Pobres personas que arriesgan todo, hasta su vida porque no tienen nada que perder, por la ilusión de un mundo que creen que les salvará de su miseria. Merecen todo y casi no les damos nada...
Pues en ese pueblo tienen lo que se merecen.