Atrapada tras un muro de agua, la ciudad permaneció varios días dormida. Las gentes se protegían del nuevo diluvio atrincherándose en casa, y sólo se veían por las calles coches de bomberos y aquellos incautos que habían agotado ya los víveres tras tres días de encierro.
Por las radios el mensaje era de tranquilidad, se pedía a los ciudadanos que no salieran de casa si no era estrictamente necesario, y se rogaba que no colapsaran las centralitas de los centros de emergencias de la ciudad.
Al cuarto día comenzaron los desalojos, primero de los pisos bajos y garajes, luego de edificios más altos cuyas estructuras comenzaron a resentirse. Al mismo tiempo comenzaron a verse los primeros locos de las aguas, personas que deambulaban por las calles, sin importarles ya mojarse, en busca de comida. Pronto algunos de estos locos se organizaron en bandas de pillaje y para cuando cesó el diluvio, después de dos semanas, la ciudad estaba en sus manos y ya nada volvió a ser como antes.
Por las radios el mensaje era de tranquilidad, se pedía a los ciudadanos que no salieran de casa si no era estrictamente necesario, y se rogaba que no colapsaran las centralitas de los centros de emergencias de la ciudad.
Al cuarto día comenzaron los desalojos, primero de los pisos bajos y garajes, luego de edificios más altos cuyas estructuras comenzaron a resentirse. Al mismo tiempo comenzaron a verse los primeros locos de las aguas, personas que deambulaban por las calles, sin importarles ya mojarse, en busca de comida. Pronto algunos de estos locos se organizaron en bandas de pillaje y para cuando cesó el diluvio, después de dos semanas, la ciudad estaba en sus manos y ya nada volvió a ser como antes.
Comentarios