En apenas unos minutos, la tormenta que sonaba lejana descarga su carga de agua y electricidad sobre el centro de la ciudad.
En una ventana, apenas entreabierta, una mujer sostiene un cigarrillo urgente entre los dedos, y entre calada y calada, protege su dosis de nicotina de la lluvia tapándola con el brazo. Mientras, abajo, en la calle, un hombre lucha por meterse bajo un paraguas minúsculo, claramente insuficiente para sus amplias espaldas.
Y, en la esquina, una persona joven, o de constitución fina, envuelta en un chubasquero asexuado, levanta los brazos mirando al cielo, como si esperara algo, ¿un rayo quizás?
En una ventana, apenas entreabierta, una mujer sostiene un cigarrillo urgente entre los dedos, y entre calada y calada, protege su dosis de nicotina de la lluvia tapándola con el brazo. Mientras, abajo, en la calle, un hombre lucha por meterse bajo un paraguas minúsculo, claramente insuficiente para sus amplias espaldas.
Y, en la esquina, una persona joven, o de constitución fina, envuelta en un chubasquero asexuado, levanta los brazos mirando al cielo, como si esperara algo, ¿un rayo quizás?
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