Mira a su izquierda, cree ver en medio de la cortina de agua que cae una ventana entreabierta. Alguien, una mujer quizá, está asomada y parece mirar en su dirección. Un poco más al fondo, en la misma calle, un hombre aprieta el paso, convencido de la incapacidad de su paraguas para frenar tan gigantesco aguacero.
Ella está en la esquina, iluminada por una triste farola, una auténtica reliquia del pasado, el agua rebota contra su chubasquero y entonces recuerda otras lluvias, aguas tropicales que calan como esta y que marcan el ritmo de los días, allí en su antigua patria. Recuerda entonces las historias de su abuela y, mecánicamente, sus brazos se elevan mientras sus labios musitan una antigua plegaria a la Pachamama.
Ella está en la esquina, iluminada por una triste farola, una auténtica reliquia del pasado, el agua rebota contra su chubasquero y entonces recuerda otras lluvias, aguas tropicales que calan como esta y que marcan el ritmo de los días, allí en su antigua patria. Recuerda entonces las historias de su abuela y, mecánicamente, sus brazos se elevan mientras sus labios musitan una antigua plegaria a la Pachamama.
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