La bandera roja comenzaba a hacerse trizas a causa del viento. Olas de tres metros azotaban la orilla de manera inmisericorde y el nombre del lugar hacía juego con el espectáculo organizado por la naturaleza: Playa de los Muertos.
"¿Y qué puñetas importa todo eso cuando eres inmortal?", pensó el bañista acercándose a la orilla.
Sabía que todos los ojos estaban puestos en él. Por unos minutos él sería el centro de atención de todos. Logró avanzar unos metros sin caer abatido por la fuerza de la rompiente, situada un poco más adentro y hasta se sonrió cuando estuvo a punto de zozobrar por culpa de una roca del fondo.
Pensó que parecería mucho más valiente superar la rompiente. Eran pocos los metros que lo separaban de ella.
Se sabía observado y hasta admirado por la mayor parte de los bañistas de la cala. Así que continuó andando. Traspasar la rompiente le costó un buen susto y bastante más trabajo del que pensó inicialmente, pero al final logró situarse detrás de ella, lejos de la orilla. Entonces miró para la playa y se dio cuenta de que nadie le miraba. Todos estaban haciendo castillos, leyendo o construyendo muros para resguardarse del viento. Por eso nadie pudo avisarle de que una ola enorme le alcanzaba por detrás para poner a prueba su inmortalidad.
"¿Y qué puñetas importa todo eso cuando eres inmortal?", pensó el bañista acercándose a la orilla.
Sabía que todos los ojos estaban puestos en él. Por unos minutos él sería el centro de atención de todos. Logró avanzar unos metros sin caer abatido por la fuerza de la rompiente, situada un poco más adentro y hasta se sonrió cuando estuvo a punto de zozobrar por culpa de una roca del fondo.
Pensó que parecería mucho más valiente superar la rompiente. Eran pocos los metros que lo separaban de ella.
Se sabía observado y hasta admirado por la mayor parte de los bañistas de la cala. Así que continuó andando. Traspasar la rompiente le costó un buen susto y bastante más trabajo del que pensó inicialmente, pero al final logró situarse detrás de ella, lejos de la orilla. Entonces miró para la playa y se dio cuenta de que nadie le miraba. Todos estaban haciendo castillos, leyendo o construyendo muros para resguardarse del viento. Por eso nadie pudo avisarle de que una ola enorme le alcanzaba por detrás para poner a prueba su inmortalidad.
Comentarios