Había recorrido los cinco continentes, se había bañado en las playas de países alejados de cualquier ruta comercial y siempre, siempre, persiguiendo una ola lo suficientemente grande como para ahogar sus penas por completo.
Pero no la encontraba. De vez en cuando se producían maremotos que calculaba serían suficientes, pero nunca llegaba a tiempo para esperarlos en la orilla. Así que siguió recorriendo el mundo, playa a playa, en busca de una ola que le arrebatara de la realidad doliente que le inundaba, intentando adivinar los designios de vientos y mares, buscando tormentas y huracanes, como un caballero errante en busca del Santo Grial.
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