Observó el mar por unos segundos y entonces comenzó a diseñar mentalmente el sistema. Se fijó en el desnivel del terreno y la distancia a salvar. Si lo hacía bien, si era capaz de profundizar lo suficiente y de darle al canal una pendiente adecuada, la obra quedaría perfecta.
Se puso manos a la obra con las precarias herramientas de que disponía, mientras su hija le miraba admirada.
– Y, cuando termines, ¿me podré bañar dentro?
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