Buscaba en el bolsillo las malditas llaves. Pero éstas no querían aparecer. Se escabullían entre sus dedos, confundiéndose con las monedas una y otra vez. Andrés no lo sabía, pero a veces las cosas nos hablan a través de sus comportamientos. Y esta era una de esas raras ocasiones.
"No entres ahí", le decían. "No entres o perderás la mayor oportunidad de tu vida".
En un gesto de desesperación, el anillo de un par de llaves de candado se enganchó al hilo del fondo del bolsillo: un sinónimo gestual del grito.
Pero Andrés no hizo caso y de un solo tirón seco logró sacar las llaves, rasgar el fondo el bolsillo y perder para siempre al mayor amor de su vida.
En represalia, las llaves nunca más volvieron a hablarle, y siempre que tenían ocasión se dejaban caer por el agujero del bolsillo.
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