El bálsamo atroz del olvido aún queda muy lejos. Estoy seguro de que llegará, que los recuerdos se irán convirtiendo en harapos de la memoria, el retales raídos por las polillas del tiempo. Pero han de pasar los años, al menos algunos más.
Porque cada vez que cierro los ojos mi mente retorna al mirador. La silueta de la roca que emerge del fondo poco profundo, el azul del mar que la abraza. Como un barco pétreo que embarrancara hace milenios, su rastro desdibujado puede contemplarse desde arriba sólo en días especiales en los que la mar se para y parece que apenas es más que una lámina de plástico casi transparente.
Cierro los ojos y escucho el canto de las sirenas, que es el vaivén de las olas insuflando vida a la mortecina negrura del basalto. Cierro los ojos y estoy otra vez allí, lejos del tiempo, lejos del mundo, lejos de mi.
Porque cada vez que cierro los ojos mi mente retorna al mirador. La silueta de la roca que emerge del fondo poco profundo, el azul del mar que la abraza. Como un barco pétreo que embarrancara hace milenios, su rastro desdibujado puede contemplarse desde arriba sólo en días especiales en los que la mar se para y parece que apenas es más que una lámina de plástico casi transparente.
Cierro los ojos y escucho el canto de las sirenas, que es el vaivén de las olas insuflando vida a la mortecina negrura del basalto. Cierro los ojos y estoy otra vez allí, lejos del tiempo, lejos del mundo, lejos de mi.
Comentarios