Los ecos cercanos de aquellas hazañas habían llenado su infancia de aventuras lejanas. Cada carta que llegaba a casa era el preludio de un relato emocionante y emocionado. Las palabras que su madre iba leyendo siempre sonaban llenas de emociones y se referían a mundos lejanos y luminosos.
Cada carta era una nueva puerta a la imaginación y un nexo de unión con ese padre que apenas conocía más que por unas ajadas fotos, pero al que amaba profundamente gracias a sus fabulosos relatos.
Pero un día, aquellos sonidos frondosos se transformaron en ruidos, estruendos atronadores inventados por su madre para ocultar la realidad. Su padre no viajaba por el mundo viviendo aventuras. Ni siquiera escribía cartas. Pasaba los días contemplando el paso de las nubes desde una oscura celda marroquí, fumándose el dinero que le mandaba su mujer envuelto en los recuerdos de una memoria cada vez más confusa.
Cada carta era una nueva puerta a la imaginación y un nexo de unión con ese padre que apenas conocía más que por unas ajadas fotos, pero al que amaba profundamente gracias a sus fabulosos relatos.
Pero un día, aquellos sonidos frondosos se transformaron en ruidos, estruendos atronadores inventados por su madre para ocultar la realidad. Su padre no viajaba por el mundo viviendo aventuras. Ni siquiera escribía cartas. Pasaba los días contemplando el paso de las nubes desde una oscura celda marroquí, fumándose el dinero que le mandaba su mujer envuelto en los recuerdos de una memoria cada vez más confusa.
Comentarios
Un aplauso.
;-)