A mitad de camino de ninguna parte, empapados hasta los huesos y cansados de vagar sin rumbo en una jungla eterna, los hombres se fueron parando uno a uno. Ya no había escapatoria, el tiempo y el ejército se les estaban echando encima.
El líder, quien les había conducido hasta aquel callejón sin salida, quien les había arrastrado de victoria en victoria semanas antes, ahora se mostraba dubitativo; no sabía qué hacer y, lo que era peor, se le notaba.
Desde detrás de la poblada barba, les miraban unos ojos huidizos, que decían quiero rendirme, mientras que de su boca salían palabras de esperanza, de ánimo y de rabia. Más por pena que por convencimiento algunos se levantaron y comenzaron a andar de nuevo.
Pero todos quedaron paralizados cuando a sus espaldas oyeron los tiros de los fusiles oficiales y supieron que ya estaban muertos.
El líder lanzó entonces una orden de ataque, pero sólo él acudió a cumplirla.
El líder, quien les había conducido hasta aquel callejón sin salida, quien les había arrastrado de victoria en victoria semanas antes, ahora se mostraba dubitativo; no sabía qué hacer y, lo que era peor, se le notaba.
Desde detrás de la poblada barba, les miraban unos ojos huidizos, que decían quiero rendirme, mientras que de su boca salían palabras de esperanza, de ánimo y de rabia. Más por pena que por convencimiento algunos se levantaron y comenzaron a andar de nuevo.
Pero todos quedaron paralizados cuando a sus espaldas oyeron los tiros de los fusiles oficiales y supieron que ya estaban muertos.
El líder lanzó entonces una orden de ataque, pero sólo él acudió a cumplirla.
Comentarios