El ruído se apretaba a sus sienes y tiraba de su estómago hacia fuera. Los martillazos ya no dolían, el dolor siempre tiene un límite físico. Pero podía ver y escuchar cómo sus huesos crujían y se aplastaban con cada golpe.
Hablar hubiera significado el final, posiblemente el final de todo; por eso seguía callado. Por eso, y porque en la vida, como en las buenas películas, nunca sabes detrás de que segundo va a producirse un giro de guión.
Hablar hubiera significado el final, posiblemente el final de todo; por eso seguía callado. Por eso, y porque en la vida, como en las buenas películas, nunca sabes detrás de que segundo va a producirse un giro de guión.
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