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El otro

Pasó sin que apenas nadie se diera cuenta, sin prisa ni ruido.

No sabría decir si comenzó en el baño o en el espejo del armario del dormitorio. Pero de lo que sí estoy seguro es de que el primer indicio fueron sus ojos. Lo intuí casi antes de elevar la mirada y encontrarla con la suya: algo definitivamente andaba mal. Sus ojos, que eran mis ojos, no reflejaban mi endémica tristeza. Eran frios, terribles, desalmados.

Luego fue peor. Empezó a mirarme primero con desdén, más tarde con resentimiento y, finalmente, me arrojaba un inmenso desprecio desde el otro lado de mi mismo.

Llegó a ser insoportable su presencia. Acabé con todos los espejos de la casa, pero él seguía ahí, en cada escaparate, en cada superfie metálica, implacable.

Hace tres años que la medicación lo mantiene alejado de mi, pero sé que tan sólo espera el menor descuido para volver a anularme, para lanzarme esas palabras que me llevaron a este precipio: "no te reconozco".

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hombre Doc...dichosos los ajos¡¡¡¡interesante relato...de momento el secreto permanecerá oculto a los ojos blogueros
xdxdxdxd.
Kizá la persona de tu relato necesite mirarse en otros ojos más k en los suyos no crees? k puedan devolverle otra profundidad y k puedan ver akello de sí mismo k le pasa desapercibido...a veces los árboles no nos dejan ver el bosk.

bueno...hoy puedo descansar en paz despues de leerte...un saludo
:)

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