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Mal de altura

Desde Sucre, la carretera subía casi 2.000 metros hasta Potosí. En el todo terreno que la Universidad Simón Bolívar había puesto a su disposición viajaban ellos y sus problemas. Habían pospuesto una amarga discusión para después del viaje, pero los silencios comenzaban a ser más dolorosos que la propia discusión.
Habían adormecido sus sentimientos a base de mate de coca, pero durante el lento transcurrir de esos kilómetros de ascensión, la forzada conversación que a toda costa intentaba comenzar el chófer, terminó por enfrentarles a la realidad. No se reconocían el uno al otro. Ya no eran los mismos que quisieron vivir siempre juntos. Esos habían desaparecido por el camino de la vida. Él finalmente le dijo: "quédate con la casa, ya la tenemos pagada".
Ella asintió.
Cuando llegaron por fin a las puertas de la Casa de la moneda de Potosí, el vehículo paró y ambos sintieron sus piernas pesadas y los latidos más lentos. El chófer les indicó que era normal, que era un efecto del mal de altura; aunque cada uno por su lado lo relacionó con los males de su corazón.

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