Jugando. Su vida ha transcurrido jugando. Cambió el balón y
los madelmanes por el ordenador que, a falta de juegos, debió aprender a
programarlos. Copiando trozos de código basic
para que una A mayúscula disparara misiles en forma de puntos contra
amenazadoras emes mayúsculas y minúsculas. El juego se convirtió en profesión y pasó del diseño de
letras asesinas al de programas de nóminas y protocolos de redes con la misma
naturalidad con la que dejó de correr tras el balón para sentarse tras la mesa
de su habitación.
Para él su trabajo no era más que una prolongación del
juego, hasta que esta mañana, por primera vez en su vida profesional fue
llamado al despacho del gerente. Y esta vez no era para un ascenso, o para
contrarrestar la oferta de un competidor con un aumento, sino para anunciarle que oficialmente
pasará a ser un número más de las listas del paro. En ese momento, justo en
ese, supo que se había hecho mayor, porque quiso haber vuelto a la infancia y
haberse dedicado al fútbol antes que a cualquier otra cosa, pero ya era irremediable.
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