Por enésima vez miró los 10 cantos blancos que señalaban la distancia. "10 piedras, 20 metros", pensó. "Tiene que ser suficiente, tiene que ser".
Nuevamente recorrió con la mirada las piedras, contándolas desde sus piés hasta el final. Y, entonces, comenzó a correr. "9, 8, 7, ..." recontaba ya por última vaz según pasaba junto a las señales. "3, 2, 1, ..." Y luego saltó con todas sus fuerzas.
Miles de veces lo había imaginado. Lo había calculado una y otra vez: la distancia, la velocidad, la envergadura, la altura, la presión del aire. Lo único que no llegó a pensar es que, después de todo, él no era un pájaro.
Durante siglos, los tuaregs han contado la historia del oasis maldito. Con pequeñas diferencias, a lo largo de generaciones han narrado que existe un oasis que cada cien años, o cada 50, o cada 25, emerge desde debajo de las arenas. O viaja sobre las dunas móviles, empujado por el viento. O, simplemente, se materializa. También hay variaciones con los protagonistas. A veces son caravaneros, cada vez menos; otras, un jinete perdido en medio de una tormenta o, últimamente, algún piloto del París-Dakar extraviado. Solo se mantiene sin variación la consecuencia de entrar en su dominio. Una vez que has probado su agua, estás perdido. Si bebes y te marchas, acabarás muriendo de sed en el desierto, porque fuera del oasis la deshidratación se acelera y ninguna otra cosa que puedas beber te saciará. Pero si bebes y, además, pernoctas, entonces te quedarás para siempre, atrapado en el tiempo, condenado a una eternidad de soledad con el único alivio de poder calmar la sed. Foto: @DUA Es una...
Comentarios
La verda es que si la lees con detenimiento te da que pensar.
Por cierto, como te dije, he empezado a publicar en mi blog tus historias, voy a una por día, así que tú tranquilo que no te alcanzo. Pues lo dicho, que los estoy publicando y que he dejado un enlace a tu blogg para ver si la gente los lee, un abrazo.