Miraba pasar los coches sentado en el bordillo de la acera. Día tras día. Ni siquiera eran lunes al sol. Porque no había sol en aquella maldita ciudad del Norte. Demasiado lejos de casa para volver. Demasiado tiempo y fracasos como para regresar tal y cómo partió. Los días pasaban del albergue a la calle, de la calle a la cola del comedor, del comedor a la calle y de la calle al albergue. Los dias se fueron sumando implacables y terminaron convirtiéndose en años. Su ropa, su aspecto, su sombra lo notaban, pero para él los días eran idénticos y seguía ajeno a los cambios que se producían en los compañeros de mesa a la hora de su única comida, siempre aguada. "Aquí soy un número, pero allí seré una historia de fracaso. Nada más".
Y para acallar sus ganas de retornar se obligó a olvidar su infancia y juventud, sus amigos y, lo más duro, su familia. Simplemente se convirtió en el 123.485 SP. Y nada más.
Y para acallar sus ganas de retornar se obligó a olvidar su infancia y juventud, sus amigos y, lo más duro, su familia. Simplemente se convirtió en el 123.485 SP. Y nada más.
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