Supo que volvería a suceder nada más mirar sus ojos. Otra vez vio en ellos el vacío de la locura, el rojo intenso de la ira. Y pensó que sólo tenía dos opciones: escapar para siempre o volver al círculo vicioso en el que se había convertido su relación.
Y decidió huir para siempre. Antes de que él pudiera acercarse abrió la puerta del balcón y saltó.
Abajo quedó su cuerpo, ya libre. Y arriba, incrédulo, quedó él sabiéndose culpable.
Y decidió huir para siempre. Antes de que él pudiera acercarse abrió la puerta del balcón y saltó.
Abajo quedó su cuerpo, ya libre. Y arriba, incrédulo, quedó él sabiéndose culpable.
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