Como cada año desde hacía más tiempo del que le gustaba recordar, a eso de las seis de la tarde, comenzaban a llegar sus amigos. Al principio venían solos, pero según cambiaron sus vidas, comenzaron a venir con novias, novios e hijos. Alrededor de la misma mesa baldada se contaban en resumen los 12 meses anteriores y se dejaban arrastrar por los recuerdos comunes, cada vez más adornados por los desbarres de la imaginación.
El motivo era su cumpleaños, un día de fiesta en medio de la Navidad, una tarde de pesada digestión en la que todos encontraban un hueco para pasar por su casa y tomarse un trozo de tarta infantil con él.
Hacía tiempo que aquel acto se había convertido en rutina para todos y también hacía tiempo que David había entendido que ese era el mejor regalo de cumpleaños que nunca nadie le haría.
Comentarios
Decía anteriormente "me ha llegado al tuétano"
Ahora digo que me identifico contigo.
Estoy seguro de que ese gozo que experimentas no lo supera ningún materialismo.