
En las muchas noches de insomnio había imaginado cada detalle, desde el tipo de pistola hasta la forma de las salpicaduras de sangre y sesos sobre el cristal de la ventana. Por eso aquella mañana todo tenía un cierto aire de déjà vu: el saludo del guardia jurado al pasar por el torno de entrada, los problemas de velocidad en el ordenador al conectarse a la intranet de la empresa, la redacción del correo al consejero delegado con copia a la directora de recursos humanos, la frase me habéis roto el corazón, el tacto del metal de la pistola, los segundos de intensa duda, la extraña forma de vía láctea de su cerebro en el cristal, la llegada precipitada de la policía, los comentarios de los compañeros, no lo supimos ver, se le notaba triste, ¿quién se lo dice a su mujer?
Comentarios