El cine y cierto tipo de literatura juvenil han reducido la condición de vampiro a la de un guapearas inmortal, que vive de noche y que huye del sol para mantener su delicada piel marmórea. Desde Entrevista con el vampiro no he vuelto a ver nada que se preocupe por nuestros problemas verdaderos.
El enamoramiento solo nos preocupa durante los dos primeros siglos, luego comprendes que o te enamoras de otro vampiro, o estás condenado a sufrir. Así que, en realidad, lo que ocupa la mayor parte de nuestro tiempo es la búsqueda de comida. Desafortunadamente, para nosotros no hay nada más conveniente que la sangre humana y, salvo las donaciones de siervos y amantes, el grueso del consumo debe satisfacerse a la manera tradicional. Esa es la parte que no se ve en las películas, como tampoco se ven algunos de nuestros problemas de salud.
La pérdida de calidad de la sangre humana y la contaminación por metales pesados están generando una era de vampiros enfermizos y con patologías desconocidas hasta hace cuatro siglos, como es la alergia a la sangre, identificada por primera vez a comienzos de los 90 del siglo XX en un vampiro del sur de Arkansas. Hoy somos miles los que la hemos desarrollado y la única cura es una dieta a base de sangre muy pura del grupo cero y suero para evitar la deshidratación.
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