Los resultados de las mesas se iban sumando lentamente en la pantalla. El empate era casi perfecto, apenas unas décimas entre uno y otro. La victoría estaría en un puñado de votos. A saber dónde estaría la mesa que le daría la ventaja a uno de ellos. Si ganaba podría por fin cumplir con el sueño de los últimos 8 años, gobernar su ciudad. Pero si las papeletas decidían otra cosa, el partido no le perdonaría una segunda derrota; tendría que marcharse antes de que lo obligaran a dimitir. Pensó en ello con aprensión y rápidamente volvió su atención a la pantalla donde los porcentajes apenas cambiaban y donde se estaba televisando el momento culminante de su biografía
Durante siglos, los tuaregs han contado la historia del oasis maldito. Con pequeñas diferencias, a lo largo de generaciones han narrado que existe un oasis que cada cien años, o cada 50, o cada 25, emerge desde debajo de las arenas. O viaja sobre las dunas móviles, empujado por el viento. O, simplemente, se materializa. También hay variaciones con los protagonistas. A veces son caravaneros, cada vez menos; otras, un jinete perdido en medio de una tormenta o, últimamente, algún piloto del París-Dakar extraviado. Solo se mantiene sin variación la consecuencia de entrar en su dominio. Una vez que has probado su agua, estás perdido. Si bebes y te marchas, acabarás muriendo de sed en el desierto, porque fuera del oasis la deshidratación se acelera y ninguna otra cosa que puedas beber te saciará. Pero si bebes y, además, pernoctas, entonces te quedarás para siempre, atrapado en el tiempo, condenado a una eternidad de soledad con el único alivio de poder calmar la sed. Foto: @DUA Es una...
Comentarios