Avelino Abreu se hizo rico dos veces. La primera, cuando comercializó un sistema para mantener la memoria humana en un ordenador, dando origen a la inmortalidad extracorporea. Mucha gente enferma compró el sistema y, cuando a él mismo le diagnosticaron un cáncer linfático, no dudó en trasvasarse a un servidor de memorias. Con el tiempo, surgieron otros competidores que no solo te desmaterializaban, sino que te permitían viajar por las redes en busca de nuevos conocimientos y su sistema cerrado terminó derivando a la venta de módulos indiferenciados de memoria para los que solo querían recordar.
La segunda vez fue cuando logró controlar el cuerpo de un vivo corpóreo y volver a sentir a través de él todas las emociones que ya sólo podía recordar. El sistema de avatares emocionales fue un éxito inmediato, y se crearon centros de reexperiencia que utilizaban su desarrollo para controlar el cuerpo de los corpóreos que se alquilaban para la ocasión.
Avelino Abreu no solo se hizo rico dos veces, también dividió a los humanos entre los que viven y los que, además, sienten.
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