
Julio intentó detenerlo, primero pisándolo para evitar el movimiento; y luego, con el otro pie, cortándole el paso. Pero hay céntimos con decisión que no quieren ser moneda de cambio, y ante la posibilidad de verse de nuevo preso, logró torcer su vertical lo suficiente para girar hacia la derecha y no caer sobre su cara.
El céntimo logró llegar a la boca de la alcantarilla, y mientras caía tal vez pensaba en un reposo eterno, sedimentado entre capas de polvo y basura.
El hombre llegó a casa decidido a coser el bolsillo por si mismo y poner fin a la sangría que amenazaba con empobrecerle.
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