Javi le comunicó a su padre, en un lenguaje mitad chino, mitad español, que quería jugar con la pelota pinchada. "Me estoy volviendo duro de oído", pensó el padreque no fue capaz de entenderlo. A la tercera repetición, cuando Javi ya estaba perdiendo la escasa paciencia de sus tres años, entendió lo que quería decir. Así que fue al cajón de los juguetes y sacó de él una pelota pequeña, decorada con los dibujos de Los Lunis. Sin embargo, el niño, parecía no querer jugar. "La pelota pinchada, la pelota pinchada", repetía como un salmo. Así que el padre hizo lo que hubiera hecho cualquier otro padre: pinchó la pelota. Entonces Javi rompió a llorar, desolado ante el destrozo cometido contra uno de sus juguetes favoritos. El padre no entendía nada, hasta que el niño sacó del cajón una pelota naranja, de las usadas para rehabilitación que, efectivamente, tenía apariencia de estar desinflada. Ese día el padre comprendió cuan lejos estaba de su hijo, y Javi aprendió que su ...