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Confesión conspiranoica

Yo empecé en esto de las conspiraciones por puro azar, pero he de reconocer que de niño ya apuntaba maneras. Vale que no existían las redes sociales, que lo amplifican todo enormemente al multiplicar la audiencia potencial, pero el patio del colegio podía funcionar como un pequeño twitter a escala. Creada con ChatGPT Debía estar en quinto o sexto de EGB y acababa de leerme la Isla del Tesoro. Lógicamente, me encantó y, entre otras cosas, me quedé con el detalle del mensaje que anunciaba la muerte del viejo pirata. Era enormemente dramático. Y se me ocurrió una historia que puse en práctica en el colegio al día siguiente. Fue mi primera conspiración viral: la maldición de la mano negra. Era una tontería, pero es que una conspiración no tiene por qué parecer inteligente; de hecho, la estupidez aporta credibilidad: ¿quién se va a inventar una imbecilidad como esa? Si la gente la cuenta es porque tiene que ser verdad. La maldición de la mano negra conllevaba enormes desgracias al portador
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Los noruegos

Comenzaron a llegar poco a poco. Al principio venían a pasar temporadas cortas en julio o agosto. Como el resto de europeos que pasaban sus vacaciones en España. Y ni siquiera era este su destino favorito, Iberia estaba muy por detrás de las islas griegas en sus preferencias. Nada hacía presagiar el fenómeno que se desencadenaría solo unas pocas décadas después.  Imagen generada con Copilot Las primeras noticias sobre la paralización de la AMOC llegaron a principios del siglo, pero casi nadie prestó atención a los avisos de los científicos. Sus informes y advertencias rara vez traspasaban las páginas de las revistas especializadas o de los libros de actas de congresos. Entonces tan solo llegaban algunos jubilados que aprovechaban la crisis inmobiliaria española de 2009 para comprar propiedades a buen precio y garantizarse un retiro al sol.  Allá por 2024 comenzaron a aparecer las primeras informaciones en los medios generales, aunque siempre acompañadas de opiniones contrarias y que ca

Homo incredulus

Fue el arqueoantropólogo e historiador Daniel J. Gómez von Steinhart quien en su trabajo seminal de 4627 estableció la teoría del salto evolutivo desde Homo sapiens. Como en otros momentos de la prehistoria en nuestro género, las principales palancas habrían sido el desarrollo de una nueva tecnología y la adaptación cultural a ella.  Según el profesor Gómez, en algún momento entre finales del segundo milenio y comienzos del tercero, el desarrollo de una embrionaria red neurosocial, entonces basada en protocolos de comunicaciones sencillos, propició una explosión de relaciones interpersonales y multidirectionales. El sistema de organización económica de entonces propiciaba modelos de acumulación de poder-riqueza en pocas mentes, lo que motivó, por un lado, el desarrollo de una élite tecnodesarrollada que intentó subyugar a las antiguas élites políticas y económicas, usando para ellos las capacidades de multiconexión que apenas comenzaban a vislumbrarse. Por otro lado, la hiperconectivid

Los comentarios

El 23/06/2024 a las 14:45 Cucurbitacea_indiscreta ha escrito: ¿Qué ha pasado durante todo este tiempo? ¿Dónde has estado metido? El 23/06/2024 a las 14:53 ElVaraPalo ha escrito: Este cuento, ¿es verdad o es mentira? ¿En serio has estado navegando alrededor del mundo en un velero construido por ti? No me lo creo. Además, las fotos tienen pinta de ser de algún almacén de esos digitales. El 23/06/2024 a las 14:56 ElVaraPAlo ha escrito: O creadas por inteligencia artificial. El 23/06/2024 a las 18:27 Verónica Magnolia ha escrito: ¿Te parece bonito dejarnos seis meses sin cuento? Ya te lo dije una vez, te estás relajando. Recuerdo que al principio publicabas casi a diario y ahora desapareces durante meses. El 23/06/2024 a las 23:58 Libertad Maniatada ha escrito: Cada vez son peores tus cuentos, deja de escribir y ahórranos a la humanidad el trabajo de tener que evitar tus textos. El 24/06/2024 a las 03:17 Blue Dreamer ha escrito: Me gusta tu contenido. V I A G R @ S I N R E C E T A. Más i

El penúltimo robo del siglo

Estaba todo ensayado, excepto el fracaso. Habían pasado meses estudiando las rutinas de los guardias, habían logrado los planos interiores del edificio y de sus instalaciones, incluso habían incorporado los nuevos tabiques midiendo subrepticiamente con láseres de pequeño tamaño. Averiguaron qué empresa había diseñado el sistema de alarma y se colaron en su sistema informático para analizar sus componentes. Colocaron a una de las suyas en el servicio de limpieza y luego coreografiaron cada movimiento en una maqueta a escala real de la zona en la que realizarían el robo. Solo una sala, cuatro cuadros de formato mediano y una jubilación dorada en la Costa Azul. O en el Cabo de Gata, lo que cada uno prefiriera. El día del robo repasaron por la mañana todos los pasos a dar y se citaron para la noche. Llenaron el tiempo con las rutinas de concentración de cada uno. Dos de ellos practicaron meditación, una tercera estuvo jugando a la consola y el cuarto dedicó la tarde a escuchar jazz clásico

Ya no hay margen

Los correos electrónicos sin responder se acumulan en la bandeja de entrada. Los minutos transcurren impasibles y él lo ve agotarse sin ser capaz de mover el ratón por la pantalla. Lee los asuntos y los remitentes y sabe que muchos de ellos necesitan una respuesta urgente. Nada distinto del resto de sus días, salvo porque hoy una angustia terrible le mantiene inmovilizado. Solo es capaz de mirar la pantalla mientras los correos siguen entrando. Y solo desea huir. Su mente escapa a un lugar de su adolescencia en el que fue plenamente feliz. Una tarde de verano en una playa de Cádiz, navegando en un velerito ligero con Inma. Entonces ella era su máxima preocupación y todo era infinitamente más sencillo. Jugar con el viento y las olas y mirar con disimulo y deseo a la muchacha. Aquella tarde se besaron por primera y última vez.  imagen generada con stable diffusion El teléfono suena y le saca bruscamente del ensueño. Es su jefa. Y vuelve a querer escapar. Pero ya no hay margen. Debe respo

El premio

Las rutinas son el calmante que usamos en nuestra vida diaria para ocultar el aburrimiento, para obviar que la mayor parte de nuestras vidas es perfectamente insulsa. Ana María mantiene infinidad de rutinas; de hecho, la mayor parte de su día está dictado por ellas. Siete de la mañana, despertador; siete y cinco, comienza a sonar la radio; a las y cuarto ya está saliendo de la ducha; desayuno rápido con café y pieza de fruta; 20 minutos andando al trabajo escuchando el podcast diario de la BBC para que el inglés no se oxide; saludar al agente de seguridad de la puerta, entrar en la oficina, encender el aire acondicionado, arrancar el PC que cada día va más lento, comenzar a procesar documentos: pedidos, facturas, transferencias. Desayuno con tostada y segundo café a eso de las diez, en Casa Amalia, casi nunca acompañada, mirando el ABC en el móvil, máximo 20 minutos. De vuelta a la oficina y a los documentos hasta las tres.  Imagen generada con DALL•E Comprar de camino a casa la comida