Los resultados de las mesas se iban sumando lentamente en la pantalla. El empate era casi perfecto, apenas unas décimas entre uno y otro. La victoría estaría en un puñado de votos. A saber dónde estaría la mesa que le daría la ventaja a uno de ellos. Si ganaba podría por fin cumplir con el sueño de los últimos 8 años, gobernar su ciudad. Pero si las papeletas decidían otra cosa, el partido no le perdonaría una segunda derrota; tendría que marcharse antes de que lo obligaran a dimitir. Pensó en ello con aprensión y rápidamente volvió su atención a la pantalla donde los porcentajes apenas cambiaban y donde se estaba televisando el momento culminante de su biografía
Toda su vida había sido una espiral de sucesos que se alejaban para luego acercarse al tema central de su Universo: la Atlántida. Desde que escuchó el primer cuento sobre ella, narrado por su abuelo, supo que irremediablemente estaba atrapado por su búsqueda. Lo leyó todo, desde la descripción idealizada de Platón, hasta las versiones más disparatadas de los grupos herméticos. Había visitado todas las posibles Atlántidas de la Tierra y había coleccionado cuanto documental, libro o folleto turístico que se había cruzado en su camino. Lo sabía todo sobre esa nación, lo posible y lo imposible y, aún así, la seguía buscando porque soñaba con ella todas las noches. Contaba con sesenta años cuando, de la mano de su nieto, descubrió las posibilidades de Internet. Y, entre todos los recursos que descubrió, hubo uno que le hechizó de forma especial, el Google Earth. Desde que lo descargó a su ordenador se pasaba las horas analizando cada centímetro cuadrado del mapa virtual del mundo, intentand
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