"Anoche me hice una paja pensando en mí haciéndome una paja pensando en tí".
Estaba acostumbrada a exabruptos de ese calibre. Era la manera en la que ellos le recordaban que, por encima (más bien por debajo) de su hábito y de las leyes, ella era una mujer. Nunca antes como en aquel lugar le habían hecho sentirse tan femenina.
Aunque mostraba desprecio y enfado por las groserías proferidas por los reclusos, en el fondo, se vengaba mentalmente de los que consideraban natural su opción por la vida en religión. Cada uno de los "claro", "ah" o "ya", eran una manera de confirmar su fealdad.
En esta ocasión, no reaccionó como el resto de las veces. Miró al hombre que había gritado aquella obscenidad: un bruto y violento confeso, enormemente resentido con todos, y al que todos apodaban el feo. Desvió su camino normal y se acercó a la puerta de su celda. "Gracias", le dijo. Y se alejó luciendo un coqueto contoneo que pensaba olvidado en la puerta de alguna fiesta adolescente.
Estaba acostumbrada a exabruptos de ese calibre. Era la manera en la que ellos le recordaban que, por encima (más bien por debajo) de su hábito y de las leyes, ella era una mujer. Nunca antes como en aquel lugar le habían hecho sentirse tan femenina.
Aunque mostraba desprecio y enfado por las groserías proferidas por los reclusos, en el fondo, se vengaba mentalmente de los que consideraban natural su opción por la vida en religión. Cada uno de los "claro", "ah" o "ya", eran una manera de confirmar su fealdad.
En esta ocasión, no reaccionó como el resto de las veces. Miró al hombre que había gritado aquella obscenidad: un bruto y violento confeso, enormemente resentido con todos, y al que todos apodaban el feo. Desvió su camino normal y se acercó a la puerta de su celda. "Gracias", le dijo. Y se alejó luciendo un coqueto contoneo que pensaba olvidado en la puerta de alguna fiesta adolescente.
Comentarios