Imaginé la jugada antes de que sucediera. En una especie de flashback hacia delante. Vi el saque de esquina, el balón viniendo hacia el borde del área, a la altura del punto de penalti. Me vi pegandole de volea, con el cuerpo inclinado hacia la izquierda, apenas apoyado con un solo pié. Vi el balón entrando por la escuadra, limpiamente, fuera del alcance del portero.
Y resultó tal cual. Por eso lo celebré como un loco, porque había sido el gol de mis sueños y había salido como en mis sueños. Poco me importaba entonces que no sirviera para ganar el partido ni tampoco para salvarnos del descenso.
Fue mi obra maestra, mi última obra maestra en competición.
Y resultó tal cual. Por eso lo celebré como un loco, porque había sido el gol de mis sueños y había salido como en mis sueños. Poco me importaba entonces que no sirviera para ganar el partido ni tampoco para salvarnos del descenso.
Fue mi obra maestra, mi última obra maestra en competición.
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