Otra vez. Una vez más se enfrentaba al problema de su vida: la incapacidad para afrontar los problemas. El río se extendía ante sus ojos. Sus aguas bajaban rápidas y profundas y al otro lado le esperaba la libertad. Tan solo unos 100 metros; tan solo unos minutos de angustia, y toda una vida por delante de libertad.
De rodillas, llorando, veía acercarse a sus perseguidores y sentía que cada metro que éstos recorrían, el río se ensanchaba y sus lágrimas aumentaban. Preso de desesperación, deseó convertirse en lágrimas que se mezclaran con el río, confundirse con el torrente y huir para siempre y lloró como nunca antes lo había hecho.
Cuando los cazadores de hombres llegaron a la orilla sólo encontraron las ropas del fugado, dobladas sobre la hierba húmeda.
De rodillas, llorando, veía acercarse a sus perseguidores y sentía que cada metro que éstos recorrían, el río se ensanchaba y sus lágrimas aumentaban. Preso de desesperación, deseó convertirse en lágrimas que se mezclaran con el río, confundirse con el torrente y huir para siempre y lloró como nunca antes lo había hecho.
Cuando los cazadores de hombres llegaron a la orilla sólo encontraron las ropas del fugado, dobladas sobre la hierba húmeda.
Comentarios