Anoche, mientras acariciaba uno de nuestros recuerdos, pensé que volvíamos a ser inmortales. Era antes de todo: antes de que mi padre me regalara el dos caballos, antes de que decidieras dejar los estudios para casarnos, antes de que naciera nuestra Patricia, antes de mudarnos a la ciudad, antes de que comenzara a trabajar en Contrucciones Robles, antes de que Nacho entrara en la Universidad, antes del chalet en la playa, antes de la crisis y de todas las renuncias que vinieron después. Antes de que me pidieras el divorcio.
Antes de todo eso nuestros dedos se buscaban bajo el pupitre para inventar un nuevo idioma, y nuestros sueños eran infinitos e inalcanzables. Antes de todo eso tú y yo éramos apenas una posibilidad de futuro. Luego vino todo. Vinieron el dos caballos, Patricia y Nacho, la constructora, el chalet en la playa, la crisis, el paro, la infelicidad. Y el divorcio.
Anoche, mientras me dejaba acariciar por uno de nuestros recuerdos, pensé que nada había sucedido aún y que nuestro futuro era de nuevo un folio en blanco en el que escribir una historia nueva con final feliz.
Antes de todo eso nuestros dedos se buscaban bajo el pupitre para inventar un nuevo idioma, y nuestros sueños eran infinitos e inalcanzables. Antes de todo eso tú y yo éramos apenas una posibilidad de futuro. Luego vino todo. Vinieron el dos caballos, Patricia y Nacho, la constructora, el chalet en la playa, la crisis, el paro, la infelicidad. Y el divorcio.
Anoche, mientras me dejaba acariciar por uno de nuestros recuerdos, pensé que nada había sucedido aún y que nuestro futuro era de nuevo un folio en blanco en el que escribir una historia nueva con final feliz.
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