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Dormir es solo un ensayo

Para ella, dormir era un ensayo de la muerte. Cada noche se ponía su camisón recién planchado y se situaba en el centro exacto de la cama. En verano solo se dejaba caer sobre la sábana, porque "el calor estropea antes la carne y no hay que darle facilidades". Y en invierno preparaba la cobija de tal forma que parecía estar encajada en un ataúd de tela. Disfrutaba de una gran facilidad para dormirse y la profundidad de su sueño favorecía la similitud, apenas se movía y la respiración era tan leve como silenciosa.
Su familia siempre se lo tomó a broma: una manía más de la vieja. Algo que contar en las reuniones familiares para reírse todos juntos; un hecho diferencial de la mamá, de la abuela. Una parte de su biografía que se contaba con tono divertido y que nadie parecía entender del todo.
La noche que se empeñó en acostarse con el vestido de domingo y los zapatos, su hija Marcela, con la que vivía desde hacía 10 años, se preocupó por su salud mental, pero no porque los ensayos llegasen a su final y definitivamente se alzase el telón.
Foto: Jorge Luna


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