Tener un conocimiento enciclopédico no es una de las cualidades más sexis que se me ocurren. De hecho, tengo la constancia de que a las mujeres les resulta casi más repelente que atractivo. Nací con la doble maldición de una curiosidad infinita y una memoria absoluta. La una y la otra enlazadas siempre terminaban torciendo mi voluntad y, por más que me propusiera ir a jugar con los amigos o salir al cine con las chicas, mis pasos terminaban perdidos entre las páginas de un libro.
Desde pequeño mi hábitat natural fueron los libros, concretamente las bibliotecas, espacios en los que mi sed de conocimiento podía ser calmada con relativa rapidez. Aunque siempre había lagunas de información, algún dato perdido, resultado del enlace de unas preguntas con otras, que finalmente terminaba chocando con una versión demasiado desactualizada de la Espasa Calpe o, simplemente, con el vacío más absoluto.
Afortunadamente, casi al mismo tiempo que se me acababan las páginas en la Biblioteca Pública Miguel de Cervantes, comenzaba a popularizase Internet. Mi paso por la Universidad me permitió conocerla y las páginas de Gopher fueron un primer bálsamo para mi ansiedad. Y luego vino Wikipedia. La enciclopedia absoluta, que crece día a día y que yo me dedico a editar día y noche, reescribiendo y completando todos los artículos, una y otra vez. Sí, yo he escrito la Wikipedia. Tres veces ya...
Durante siglos, los tuaregs han contado la historia del oasis maldito. Con pequeñas diferencias, a lo largo de generaciones han narrado que existe un oasis que cada cien años, o cada 50, o cada 25, emerge desde debajo de las arenas. O viaja sobre las dunas móviles, empujado por el viento. O, simplemente, se materializa. También hay variaciones con los protagonistas. A veces son caravaneros, cada vez menos; otras, un jinete perdido en medio de una tormenta o, últimamente, algún piloto del París-Dakar extraviado. Solo se mantiene sin variación la consecuencia de entrar en su dominio. Una vez que has probado su agua, estás perdido. Si bebes y te marchas, acabarás muriendo de sed en el desierto, porque fuera del oasis la deshidratación se acelera y ninguna otra cosa que puedas beber te saciará. Pero si bebes y, además, pernoctas, entonces te quedarás para siempre, atrapado en el tiempo, condenado a una eternidad de soledad con el único alivio de poder calmar la sed. Foto: @DUA Es una...
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