Caía la tarde en la cala de Mónsul. El sol pintaba de rojo otoñal el horizonte y en la playa apenas quedaban dos o tres grupos de domingueros exprimiendo los últimos días de baño. La brisa ya soplaba fría y apetecía ponerse la camiseta. El momento era perfecto para una declaración de amor. Y él estaba dispuesto.
Entonces de sopetón ella le dijo que lo dejaba, que estaba cansada de no sentir lo que pensaba debía sentir y que seguramente al final él le daría la razón. Luego recogió sus cosas y se marchó: alguien la recogería.
Caía el sol sobre un corazón otoñal que, en el fondo, sentía un profundo alivio.
Comentarios