Hoy he vuelto a ver tus ojos grises. Desde hace días me asaltan a la menor oportunidad. Están en mis sueños, pero también en la realidad cotidiana. Hoy, sin ir más lejos, los he visto en la cara de un niño. No eran exactamente los tuyos, porque les faltaba el apagamiento de los últimos años, pero tenían tu color y la intensidad de tus miradas inquisitivas.
Y con los ojos llega siempre tu recuerdo: sabes que no creo en almas ni espíritus ni santos: soy más bien animista: vives porque los vivos te recuerdan. Y yo te recuerdo cada vez que me asaltan tus ojos. "Ponte derecho". "Estudia". "Los moscos no me dejan vivir". "De segundo hay... croquetas".
Vuelven tus manías, tus rígidos pensamientos y también, no te creas, el cariño que a trompicones eras capaz de dar. No te preocupes por la resurrección de los cuerpos, tú sigues viva porque, a menudo, vuelvo a ver tus ojos grises.
Y con los ojos llega siempre tu recuerdo: sabes que no creo en almas ni espíritus ni santos: soy más bien animista: vives porque los vivos te recuerdan. Y yo te recuerdo cada vez que me asaltan tus ojos. "Ponte derecho". "Estudia". "Los moscos no me dejan vivir". "De segundo hay... croquetas".
Vuelven tus manías, tus rígidos pensamientos y también, no te creas, el cariño que a trompicones eras capaz de dar. No te preocupes por la resurrección de los cuerpos, tú sigues viva porque, a menudo, vuelvo a ver tus ojos grises.
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