Me gustan los versos que disparas para matar mi ensueño, aunque prefiero los silencios compañeros de noches de bailes clandestinos. Esos que susurramos ante las habitaciones del los niños, temerosos y deseosos de que nos sorprendan de una vez.
Me gustan tus dardos procaces, disparados al abrigo de unas sábanas culpables, engarzados entre tus labios cálidos.
Me gusta oirte y que me oigas.
Me gustan tus dardos procaces, disparados al abrigo de unas sábanas culpables, engarzados entre tus labios cálidos.
Me gusta oirte y que me oigas.
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