– ¡Gol! – dijo acompañado de un sonoro corte de mangas.
El otro hincha lo sufrió como un ataque personal. Ese corte de mangas era por él. Lo sabía. Y, encima, ese gol en el último suspiro significaría recibir el escarnio de los compañeros de trabajo del equipo rival. Y en casa su mujer le diría eso de "siempre pasa lo mismo, eres un necio y pierdes el tiempo y el dinero siguiendo a un equipo perdedor".
¡Un corte de mangas! ¡Cabrón! Se iba a enterar.
– ¡Hazle un corte de mangas a tus muertos! – Le gritó al oído mientras le clavaba en el costado la navaja que su hijo le había regalado.
El otro hincha lo sufrió como un ataque personal. Ese corte de mangas era por él. Lo sabía. Y, encima, ese gol en el último suspiro significaría recibir el escarnio de los compañeros de trabajo del equipo rival. Y en casa su mujer le diría eso de "siempre pasa lo mismo, eres un necio y pierdes el tiempo y el dinero siguiendo a un equipo perdedor".
¡Un corte de mangas! ¡Cabrón! Se iba a enterar.
– ¡Hazle un corte de mangas a tus muertos! – Le gritó al oído mientras le clavaba en el costado la navaja que su hijo le había regalado.
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