Entraba con ella un suave aroma floral, fresco y juguetón. No se trataba de un perfume, era más sutil, era suyo. Era la definición olorosa de la inocencia, de la felicidad, de la falta de malicia y de maldad. Era la juventud.
Entonces deseé que ese olor no se le fuera nunca. Que no tuviera que vivir decepciones, que la muerte no minara su optimismo. Que la mentira no la alcanzase nunca.
Pero sabía que aquello era imposible. Lo único que yo podía hacer era olfatearla profundamente cuando pasase a mi lado. E intentar que su recuerdo perdurase para siempre en mi memoria.
Entonces deseé que ese olor no se le fuera nunca. Que no tuviera que vivir decepciones, que la muerte no minara su optimismo. Que la mentira no la alcanzase nunca.
Pero sabía que aquello era imposible. Lo único que yo podía hacer era olfatearla profundamente cuando pasase a mi lado. E intentar que su recuerdo perdurase para siempre en mi memoria.
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