Fue justo cuando el cantautor se acomodó en el borde del escenario y empezó los acordes de una canción de su primer disco. En ese momento José abandonó la calidez del público y se trasladó muy, muy lejos de allí. A un lugar indeterminado y frío.
Y frente a él apareció ese joven con la cabeza llena de pájaros y la certeza de saberse incombustible, inasequible, invencible. Sus ojos reflejaron los de aquél y comprendió que sólo los distinguía la luz que ya jamás se asomaría a los suyos. El tiempo, las derrotas y la desesperanza se agarraron a sus entrañas sin compasión alguna.
Al terminar la canción, entre aplausos, ella lo vio llorar, con la mirada dirigida a un punto muy profundo de su propio interior y recordó también a aquel joven. Y comprendió todo lo que habían perdido.
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