En un momento de la fiesta, sus ojos azules se cruzaron por delante de sus ojos verdes. A lo largo de toda la tarde volvió a buscarlos una y otra vez. Y siempre los encontró mirándole. A él le parecieron del color del cielo. Y a ella, los de él, le recordaban el color del mar en un día de tormenta.
Al regresar a casa, con los ojos azules metidos en lo más profundo de su mirada verde, tuvo que borrárselos con agua fría para evitar que los ojos marrones de Gloria leyeran en ellos la ilusión recobrada.
Al regresar a casa, con los ojos azules metidos en lo más profundo de su mirada verde, tuvo que borrárselos con agua fría para evitar que los ojos marrones de Gloria leyeran en ellos la ilusión recobrada.
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